
La pandemia de Covid-19 ha quebrado el dictado de clases y ha expuesto las terribles falencias del Estado, los docentes y los alumnos para abordar una educación 3.0
Por Ernesto Bisclegia
En estos tiempos gobernar es prevenir, anticipar. Gobernar en Salta implica un triple esfuerzo: solucionar la herencia del desfalco pasado, proveer de soluciones a una sociedad que atraviesa una crisis inédita e imaginar cómo seguir cuando baje la ola de la pandemia.
Digo “cuando baje”, porque quizás sea muy difícil hablar de una extinción completa del virus en el corto o mediano plazo. Habría incluso que pensar en qué hacer si el COVID-19 se convirtiera en una enfermedad endémica.
Es imprescindible preparar a la sociedad para el nuevo tiempo que ya se instaló y eso EXIGE formular las bases de un nuevo aprendizaje cuyo molde donde fraguar esa nueva sociedad es la Escuela y el Docente el gran orfebre de ese cambio.
No estamos descubriendo América, todos los países, incluso la Argentina cuando quisieron modelar una sociedad nueva y elevarla de condición lo hicieron sobre la base de una REFORMA EDUCATIVA.
Insistiré en un concepto ya escrito pero que entiendo necesario frente a los problemas y reclamos cada vez más crecientes de padres, alumnos y docentes que padecen serias dificultades para enseñar y aprender en las actuales condiciones donde la equidad está vulnerada ante la falta de igualdad en el acceso a la conectividad y a los elementos tecnológicos para estudiar.
No parece conveniente a la salud de la educación estar pensando en extender ciclos lectivos, en unificar dos en uno o en dar soluciones que serán placebos contraproducentes para un normal aprendizaje.
La crisis ya está planteada y se va a extender. En incontables casos éste es un año perdido para miles de alumnos de distintos niveles. Sería interesante utilizar el retazo de año que resta para pensar una REFORMA EDUCATIVA seria y sostenible.
Es un trabajo amplio que permitiría abrir la participación a todos actores provinciales donde los municipios serían puntales y puntuales organizando asambleas cuyas conclusiones serían elevadas a un Consejo encargado de distribuir áreas y currículas, para finalizar en un Congreso Pedagógico que apruebe los postulados que luego se convertirían en los ejes de una nueva política de Estado en Educación.
Es una pincelada muy gruesa, grosera quizás, para un tema tan importante, pero vale como sugerencia al menos.
La dinámica de una Reforma Educativa es opinable, lo que no resiste disenso, entiendo, es continuar profundizando el daño que se está haciendo a miles de niños, jóvenes y adultos. La postergación de miles de docentes y la continuidad en el tiempo de una insoportable inequidad donde muchos que hasta unos meses tenían una escuela, una maestra y un cuaderno, hoy no tienen ninguna de las tres cosas.
Si este, el de Gustavo Sáenz, se presume de ser un gobierno peronista, debiera pensar como peronista y recordar que la Educación fue una política de Estado fundamental de aquel régimen.
Iniciar una Reforma Educativa es un acto político que pondría al gobernador, Sáenz, a la cabeza de un hecho inédito, no sólo provincial sino regional con la importancia de su proyección política nacional, ya que la Región es anterior a la Nación.
Es un desafío que requiere de mentes ágiles y espíritus decididos. De funcionarios de primera clase y no de cabotaje. Es un salto paradigmático que sólo podrían dar hombres y mujeres con una visión trascendente al momento actual.
Reformar la Educación en Salta es un reto para audaces, para líderes, lejano a los burócratas y oficinistas. Es en fin, una gesta política sólo posible para aquellos con vocación de estadistas que no piensan en la próxima elección sino en la próxima generación, como diría Kennedy.
La otra alternativa es continuar como estamos, chapoteando en la improvisación, recibiendo informes, reuniéndose con gremios, algunos cuestionados y superados por sus afiliados, con la carrera docente eternamente dislocada… y así.
Repetiré lo escrito ya alguna vez: O FUNDAN UNA PROVINCIA, O FUNDEN A LA PROVINCIA.