En medio del alineamiento geopolítico entre Estados Unidos, Argentina aparece como un proveedor estratégico de uranio para sostener el desarrollo energético y tecnológico de occidente. El rol de mina Don Otto en Salta.

En este escenario, la provincia de Salta podría volver a jugar un rol clave a través del distrito uranífero Tonco-Amblayo, donde se encuentra la histórica mina Don Otto, uno de los yacimientos con mayor potencial del país.
La exploración de uranio en Argentina tiene raíces profundas. Desde los años 50, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) impulsó investigaciones en todo el territorio. En Salta, esas tareas tomaron fuerza en la zona del Departamento San Carlos, a unos 2.500 metros sobre el nivel del mar, donde se descubrieron los yacimientos Don Otto, Martín Miguel de Güemes, Los Berthos, entre otros.
La mina Don Otto inició producción en 1963 y, hasta 1981, extrajo más de 200 toneladas de uranio. El concentrado generado fue enviado a Alemania para su tratamiento y luego utilizado como combustible en la Central Nuclear Atucha I. Salta, por entonces, encabezaba el mapa nacional de recursos uraníferos. Incluso, parte del uranio salteño fue exportado a Israel en el marco de acuerdos de cooperación tecnológica.
Hoy, esa zona permanece con potencial intacto, en un contexto en el que la demanda mundial de uranio supera a la oferta y su precio se triplicó en pocos años.
Estados Unidos importa más del 90% del uranio que consume para sus 94 reactores nucleares distribuidos en 28 estados. En mayo de 2025, el expresidente Donald Trump —aún con fuerte influencia— firmó decretos para fomentar la producción privada de energía nuclear. Su objetivo: cubrir la creciente demanda eléctrica, en parte impulsada por el auge de la inteligencia artificial.
Desde 2024, la Argentina mantiene un Memorando de Entendimiento con EE.UU. sobre minerales críticos, entre ellos el uranio. El acuerdo busca fomentar la exploración y extracción con destino a las cadenas de suministro norteamericanas. Es decir, Estados Unidos mira de cerca lo que pasa en el subsuelo argentino.
“El mundo mira el uranio argentino; la demanda supera a la oferta global. No somos Kazajistán, pero tenemos potencial”, explicó Julián Gadano, exsubsecretario de Energía Nuclear.
Actualmente, provincias como Mendoza, Río Negro, Chubut y Salta reactivan debates sobre sus reservas. Empresas como Corporación América, del empresario Eduardo Eurnekian, ya invirtieron más de 160 millones de dólares para avanzar con proyectos propios en el sur del país. Pero el norte argentino también tiene cartas para jugar, especialmente si se revaloriza el rol de yacimientos como Don Otto.
En Salta, los antecedentes técnicos y geológicos son sólidos. La región cuenta con infraestructura minera histórica, personal capacitado, y un escenario político que en los últimos años ha mostrado apertura a la inversión en minería crítica. Reactivar esa zona podría colocar a la provincia como un actor relevante en la agenda energética internacional.
Mientras tanto, a nivel nacional, el llamado «Plan Nuclear» atraviesa una etapa de inactividad. La construcción del reactor CAREM sigue detenida, y se debate la privatización parcial de Nucleoeléctrica Argentina S.A. En este contexto, surgen preguntas sobre si el país seguirá vendiendo materia prima sin valor agregado o si apostará a retomar el desarrollo tecnológico propio, que en décadas pasadas lo ubicó como líder regional.
La historia del uranio en Salta no terminó: puede volver a escribirse. Y en un mundo donde la energía limpia y segura gana protagonismo, Don Otto podría ser mucho más que una mina abandonada. Podría ser la llave de una nueva etapa para la provincia y para el país.


