El clásico western titulado “Por un puñado de dólares” refleja un momento donde la injusticia y el terror dominan a una comarca y todo se arregla con un intercambio de oro por armas. En la Argentina del kirchnerismo donde la “Justicia” ha sido abatida por la anomia social, se ve que también todo se arregla con dinero. Claro, para el que lo tiene.

Por Ernesto Bisceglia
El más flagrante atropello a la ética política, la mayor falta de respeto a la investidura presidencial y la destitución del principio de igualdad ante la Ley que consolidad la Constitución Nacional, han sido ejercidas por el presidente de la Nación, Alberto Fernández.
Para cerrar el escándalo y la causa de la Fiesta VIP en Olivos, Alberto Fernández realizó una oferta económica al juez Lino Mirabelli de $1,6 millones, que el fiscal acepto en principio y que todo indica que sería homologada por la justicia.
Más allá de que los procedimientos judiciales permitan este tipo de transacciones, en el fondo se configura un atropello a los argentinos que demuestra que se puede violar la ley y luego zurcir el desgarro con billetes, con el agravante de que quien infringe la norma y busca el arreglo es nada menos que el primer mandatario. No se ha visto cosa semejante en la historia argentina.
Mientras el país estaba clausurado por orden directa de Alberto Fernández, en tanto los comercios quebraban y miles quedaban sin trabajo, mientras otros tantos miles se enfermaban y padecían sin poder ser atendidos porque el sistema de salud pública está quebrado y cuántos miles más morían en la soledad, poco menos que echados a una fosa cuales residuos, lejos de sus afectos, Fernández y su mujer junto a un grupo de privilegiados se regalaban banquetes a costos insólitos.
De esta manera los argentinos debemos asistir a un nuevo quebranto moral e institucional, esta vez agravado por provenir del Primer Magistrado de la República. Más no se puede decir porque la desvergüenza y el desprecio por la ley dejan sin palabras.
Este individuo, con todo desparpajo, anuncia su intención de presentarse a una reelección.
Ya lo decía el Marqués de Sade: “La ley sólo existe para los pobres, los ricos y los poderosos la desobedecen cuando quieren, y lo hacen sin recibir castigo porque no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero”.