Cuando el presidente es un inepto y compromete al país en un escenario de guerra

A días quizás de que Vladimir Putin invada a Ucrania en lo que podría ser el inicio de un conflicto global entre Oriente y Occidente, el presidente Alberto Fernández literalmente asoció a la República Argentina con el agresor ruso, complicando la ya delicada negociación con el Fondo Monetario Internacional y la posición del país en el contexto regional.

Por Ernesto Bisceglia

La distancia de Alberto Fernández con un estadista como Hipólito Yrigoyen no sólo es temporal sino mental y política. Hace casi un siglo atrás, Don Hipólito se pronunciaba frente al presidente norteamericano Herbert Clark Hoover diciéndole de la necesidad de afirmar el pensar y el sentir humanos porque “cuando creímos que la humanidad estaba completamente asegurada bajo sus propias garantías morales, fuimos sorprendidos por una hecatombe tal, que nada ni nadie podría referirla en toda su magnitud.”, refiriéndose a la Primera Guerra Mundial y anticipando lo que sería una cuestionada neutralidad en el Segundo conflicto que sobrevendría apenas nueve años más tarde de aquella comunicación.

Hoy, gobierna el país un presidente que ha dado sobradas muestras de falta de inteligencia, tacto político, sentido de la oportunidad y lo más peligroso, un aislamiento extremo respecto de la realidad al punto que confunde las implicancias de lo que dice, dónde lo dice y qué puede ocurrir con lo que dice.

Desde aquel “furcio” en la fábrica de Peugeot donde decidió alabar a Ford, la imprudencia verbal de Fernández ya es un clásico, el problema es qué contexto pronuncia sus barbaridades.

En lo que los especialistas en diplomacia, tanto europeos como latinos han calificado como “irresponsabilidad diplomática de envergadura”, el presidente Fernández ha demostrado que no tiene ni la más peregrina idea de lo que significa manejar la política exterior de la Argentina.

Propio de quien carece de personalidad y sentido común, hecho demostrado en repetidas oportunidades ante los embates de su vicepresidente quien si quisiera podría defenestrarlo de un tincazo, Fernández pensando en lamer los zapatos de Vladimir Putin, en medio de la que quizás sea la más compleja negociación con el Fondo Monetario Internacional, se arrodilló ante Rusia diciendo que “Argentina tiene que dejar de tener una dependencia tan grande de Estados Unidos y el FMI”.

En términos diplomáticos esta expresión representa la literal alineación de la República Argentina con el Kremlin en la casi pronta invasión a Ucrania, es decir, que Fernández ha puesto a todos los argentinos en contra de los países occidentales.  

No contento con esta estupidez de montarse innecesariamente en un escenario ajeno a los intereses nacionales, Fernández declara que “Rusia sea la puerta de entrada de Moscú a América Latina”, en una muestra de que este hombre disminuido en sus capacidades intelectuales, sin duda, ni siquiera entiende el contexto político regional.

La imprudencia de Alberto Fernández se potencia cuando se analiza que el caso de Ucrania es la mecha lista que puede detonar un conflicto mundial donde a diferencia de los dos anteriores ahora ingresará a tallar China, quien obviamente formará al lado de Rusia. Siendo que Cristina Fernández ya les entregó una base a los chinos en la Patagonia, ahora Fernández viene a refrendar que los argentinos en un posible conflicto nuclear a nivel mundial se están vistiendo de rojo. Como dicen los correos diplomáticos “Es la irresponsabilidad más grande pronunciada por un presidente en los últimos tiempos”.

La historia retratará este momento y al presidente argentino como el signo más patético de la decadencia de un país que devastado en lo interno y que tampoco tiene idea de cómo se juegan las fichas con las reglas del Nuevo Orden internacional.

En suma, Alberto Fernández, no sólo autentica una vez más que no está calificado para el puesto que ocupa, sino que le pone sello al certificado de defunción del progreso argentino.

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